La COVID-19 es el tema que ha definido el año 2020. Al tiempo que las Naciones Unidas celebran hoy el Día Internacional del Migrante, y reflexionan sobre cómo reimaginar la movilidad humana, destacamos las contribuciones de los migrantes y los impactos del virus en sus vidas. La pandemia afecta de manera desproporcionada a los migrantes, que a menudo se encuentran al margen de la sociedad.
A pesar de cuidar de los enfermos y proveer servicios esenciales, con demasiada frecuencia son ellos los primeros en perder su trabajo y los últimos en volver a ser contratados, excluidos de los servicios sociales esenciales, injustamente estigmatizados como portadores de la enfermedad y, en casos extremos, cautivos de aquellos que se aprovechan de su vulnerabilidad.
A lo largo de la historia de la humanidad, la migración ha sido una expresión valiente de la determinación individual de superar la adversidad y buscar una vida mejor.
En la actualidad, la globalización, junto con los avances en las comunicaciones y el transporte, ha incrementado en gran medida el número de personas que tienen el deseo y la capacidad de mudarse a otros lugares.
Esta nueva era ha creado retos y oportunidades para sociedades en todo el mundo. También ha servido para subrayar el vínculo que hay entre migración y desarrollo, así como las oportunidades que ofrece para el codesarrollo, es decir, para la mejora concertada de las condiciones económicas y sociales tanto en el lugar de origen como en el de destino.
La migración atrae en la actualidad cada vez más atención. Mezclados con factores de incertidumbre, urgencia y complejidad, los retos y dificultades de la migración internacional requieren una mayor cooperación y una acción colectiva. Las Naciones Unidas están jugando de forma activa un rol catalizador en este tema, para crear más diálogos e interacciones entre países y regiones, así como para impulsar el intercambio de experiencias y oportunidades de colaboración.